Pobre del pobre… laboral
EL LADO FLACO
Manuel Nava
Al tercer trimestre del 2021, el 40.7 por ciento de la población vive en pobreza laboral (más de 52 millones de personas) conforme a datos de la Comisión Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
Este dato es una tragedia si reflexionamos que, en ningún país un trabajador que labore en el mercado formal debiera ser pobre.
La creciente desigualdad de ingresos es un tema complejo, de múltiples dimensiones para abordar en este espacio, pero al que es imprescindible atender.
Conviene tener presente que la pobreza y la desigualdad son problemas diferentes pero el primero alimenta al segundo, así, la pobreza laboral se refiere a la carencia de ingresos, es una situación donde el ingreso que generan los trabajadores de un núcleo familiar, no es suficiente para alimentar a todos sus miembros y la desigualdad a la forma en que se encuentra repartido el ingreso en una sociedad.
Los hogares en pobreza laboral pueden lograr alimentarse a partir de ingresos no laborales como remesas, transferencias o acceso a programas sociales.
EL LADO FLACO es que:
El Informe de desigualdad global, en su edición 2022, publicado recientemente por el World Inequality Lab, en el capítulo de México, lo califica como uno de los países con mayor desigualdad a nivel mundial, donde una minoría detenta la mayor parte del ingreso.
A nivel nacional, la diferencia entre el que menos gana y la media del que más gana es de 30 veces según el informe referido. Para dimensionar, en Suiza es de seis veces y en Estados Unidos de 17 veces.
Los resortes que alimentan la desigualdad de ingresos son fundamentalmente dos. El primero, la falta de empleo. Nos referimos a los desocupados y a la población no económicamente activa pero disponible que son en su conjunto casi diez millones de personas.
El segundo resorte generador de desigualdad de ingresos se produce entre personas que tienen un empleo; la baja calidad de algunos empleos ha provocado la existencia de personas trabajadoras pobres, que, si bien están ocupadas, sus ingresos laborales no les permiten salir de la pobreza, en este rubro baste considerar que más del 50 por ciento de la población ocupada trabaja en la informalidad.
Estos hechos obligan a reflexionar sobre las medidas a tomar para que la tendencia creciente en la desigualdad de ingresos se revierta. Casi nadie duda de que sin intervenciones públicas valientes y sensatas esta tendencia no cambiará de rumbo.