La inutilidad de ser legalista
ECOS DEL SILENCIO
E. Antonio Hernández Peralta
Este domingo se ha constatado nuevamente que el poder de convocatoria y de arrastre del ingeniero agrónomo Félix Salgado Macedonio es innegable e incontestable. Y tal como lo dijo el maestro de ceremonias del acto multitudinario efectuado en el Zócalo de Acapulco, es lo que más le envidian sus contrincantes políticos, pues aunque la primera columna ya estaba llegando al centro del puerto, miles más esperaban aún en el punto de partida.
Queda claro que las acciones legalistas, mas no legales, de los siete consejeros del INE para revocarle su candidatura, junto con otras 59 más de Morena, no fueron sino meros y vanos intentos de frenar al partido político ahora mayoritario e impedir que en estas elecciones de junio, no obtenga -como han proyectado diversas casas encuestadoras- la mayoría de las 15 gubernaturas en juego, ni mucho menos la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, en una perversa acción promovida por intereses oscuros que ya han perdido muchos de sus privilegios anteriores, conseguidos mediante acciones de corrupción, y que hoy, con la puesta en marcha de la Cuarta Transformación del país, ya no pueden imponernos sus condiciones.
La trampa, las corruptelas, los intereses creados, son su signo; está en nosotros no permitir que esos traidores a la patria ya no regresen a ningún nivel de gobierno en nuestro México.
El jurista Eduardo López Betancourt recordó en el mitin de hoy algunas líneas escritas por Carlos Fuentes, en las que el literato narraba cómo Félix Salgado le echó en cara al régimen priísta las pruebas del fraude cometido contra él, al arrojarle al entonces Colegio Electoral las cenizas y boletas quemadas que demostraban que Salgado Macedonio había ganado la diputación federal, ya otorgada a un priísta, y que después esto valiera para otorgarle el asiento legislativo a quien por entonces fue conocido como “el diputado costales”.
López Betancourt destacó que entonces no pudieron doblegarlo, ni tampoco durante su primera batalla por la gubernatura de Guerrero, que “legalmente” (legalistamente es lo correcto) le arrebató René Juárez Cisneros, quien tuvo que acudir a recoger su acta de mayoría en horas de la madrugada y que para tomar protesta en el cargo, tuvo el gobierno estatal de entonces, a cargo del hijo del cacique de Huitzuco, Rubén Figueroa Figueroa, que cerrar todos los accesos a Palacio de Gobierno, para que las protestas contra la imposición no los perturbaran.
El jurista resaltó que ni entonces ni ahora podrán vencerlo (a Félix Salgado) pues cuenta con el respaldo popular, no sólo de los guerrerenses, sino de una buena parte del electorado del país, pues la medida execrable de la mayoría de los consejeros del INE ha logrado conjuntar, unir a la mayoría de los mexicanos en su contra para recordarles que no pueden inventar leyes (López Betancourt dixit) para frenar el avance, tanto de Morena como de la Cuarta Transformación, impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador para conseguir el anhelo de tantos luchadores sociales como Lucio Cabañas, Genaro Vázquez, Othón Salazar, Pablo Sandoval Cruz y Pablo Sandoval Ramírez, entre otros distinguidos nativos de Guerrero; que es la igualdad social, económica y política del castigado pueblo, no solo guerrerense, sino todo el pueblo de México.
No cejemos en nuestro empeño de defender la democracia, la de todos, no la del INE y sus patrocinadores, el ya famoso PRIAN, más las rémoras del PRD y MC, porque ahora sí, está en juego el futuro del país, de nuestros hijos y de nuestros nietos, a quienes les debemos obligación de dejarles una mejor nación y que de la cual se sientan orgullosos.
Debiera bastarnos con recordar las frases históricas de los líderes máximos de la Revolución Cubana, Fidel Castro y Ernesto Guevara, el Che; que resumen el grito de lucha que resuena en toda América Latina:
“¡Hasta la victoria, siempre! ¡Patria o muerte, venceremos!”.
Pero más cercano está el grito que nos hace recordarnos qué somos:
“¡Viva México!”.