Es necesaria un organismo que investigue sobre los efectos de la soledad por pandemia, advierte académico
En México es imprescindible que haya una instancia que haga investigaciones sobre los efectos que la soledad derivada de la pandemia de Covid-19 está causando en la sociedad, pues las consecuencias ya se están dando en muy distintas dimensiones de la vida, principalmente entre los jóvenes estudiantes, sostiene el historiador Javier Rico Moreno.
El catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien prepara un libro acerca de la historia cultural de la soledad en Occidente, explica en entrevista con La Jornada que más que una institución gubernamental dedicada a atender el asunto –como los ministerios que ya funcionan en Gran Bretaña y Japón–, en nuestro país es pertinente y necesario que primero se emprendan estudios serios acerca de la soledad.
Hasta el momento, añade, aún con los recursos tecnológicos que facilitan la comunicación a distancia, no hay forma de sustituir lo que la pandemia le quitó a millones de personas para quienes esa emoción se está convirtiendo en una pesada carga: el contacto humano.
A nivel global están pasando muchas cosas derivadas de la contingencia sanitaria. Lo peor sería que nos acerquemos a un retorno a las actividades presenciales sin entender qué fue lo que nos sucedió como sociedad. Es decir, en lo individual podemos emprender una autorreflexión, pensar cómo salimos de esta y cómo estuvimos encerrados, pero a escala sociocultural necesitamos entender la extraordinaria paradoja de estar en una sociedad en la que los medios de comunicación y la tecnología nos permiten estar en contacto con otros; incluso, podemos conversar y ver a un amigo o colega en otra parte del mundo; sin embargo, aun con la proliferación de esos recursos prevalece el sentimiento de soledad, ¿por qué?, insiste el historiador.
Por eso, hay que reflexionar, indagar, hacer mucho trabajo para saber qué nos está sucediendo en tanto seres humanos, pues, a pesar de tener reuniones por videollamadas, hay algo que se pierde y que quizá no sabemos definir, porque estamos ante una situación inédita.
Consecuencias académicas
De manera inmediata, la preocupación del historiador y varios de sus colegas de la UNAM, detalla, se centra en el desempeño académico de sus estudiantes, muchos de los cuales han externado la idea de darse de baja porque sienten que no están aprendiendo lo mismo que de manera presencial. “Es una petición legítima, pero hay que tomarla con cuidado, porque no sabemos si vamos realmente a regresar a lo de antes. En la FFyL no se ha definido con claridad; pienso que cobrará forma la modalidad híbrida, y estas generaciones van a resultar muy afectadas. Por ejemplo, tengo estudiantes que están en tercer semestre y no conocen la facultad. Fue impresionante constatar hace poco que muchos de mis alumnos se sienten muy desanimados. Algún colega les mandó un correo electrónico diciéndoles: ‘¿De qué se quejan?, si están en su casa, no tienen que trasladarse a la escuela, tienen tiempo para leer más’, y eso es un absurdo, porque la situación que viven nuestros estudiantes en sus casas no es boyante.
Los jóvenes experimentan desde problemas tecnológicos, hasta la sensación de que el círculo se va estrechando. Nos empiezan a llegar mensajes que dicen que en su familia todos se enfermaron y ahora ellos se tienen que hacer cargo, o que falleció el padre o algún familiar, eso lleva a la ansiedad, al desánimo, al sentimiento de soledad.
Javier Rico, reitera que el meollo del asunto está en la experiencia humana. “¿Qué nos está pasando? Estamos experimentado una pérdida, en muchos sentidos, de la experiencia humana, en términos no sólo de aprendizaje, sino de experiencias: estar en los pasillos de la facultad, hablar con los compañeros después de la clases, ir a la biblioteca.