El salario mínimo y sus lados flaco
EL LADO FLACO
Manuel Nava
El salario mínimo (SM) ha sido una política sujeta a una constante controversia. El debate siempre gira en torno a si el SM es una herramienta de política pública social o solo un ajuste de un precio del mercado laboral. La literatura técnica reconoce que un impacto de un cambio en el SM se reparte principalmente entre los efectos sobre los ingresos, el empleo, y los precios. El impacto sobre el empleo no es concluyente pues depende de la situación inicial de estar por debajo o encima del nivel de equilibrio salarial en el mercado laboral. Adicionalmente, la evidencia es indeterminada si el cambio en el salario mínimo aumenta o disminuye la informalidad.
Pero quizá el mayor debate ha sido si cambios en el SM son inflacionarios. La regla generalmente aceptada es que un aumento salarial debe ser igual a la inflación esperada más un componente de productividad. El reciente aumento de 22 por ciento evidentemente está muy por encima de la inflación esperada para 2022 (4.1). Claro que hay condiciones de incertidumbre y la carestía podría ser mayor.
Entonces, para preservar condiciones de equilibrio, un aumento tal del salario mínimo debería de estar correspondido por un incremento de por lo menos cuatro veces ese porcentaje en productividad. O quizá una menor proporción si las empresas están dispuestas a absorber en sus costos una buena parte del incremento al SM.
EL LADO FLACO está en que:
Este aumento al SM de 22 puntos porcentuales en un entorno de alta inflación conlleva el riesgo de que dicho ajuste contribuirá a la formación de expectativas de precios más elevados conducentes a una perniciosa dinámica inflacionaria generalizada.
Ante esa espiral, podrían desatarse mayores exigencias salariales (sin mayor productividad), dando lugar a una indización de facto y a una carrera precios-salarios, donde estos últimos siempre terminarán perdiendo.
Esa película ya la vivimos repetidamente en México.
Para mejorar las condiciones salariales de muchos mexicanos es aceptable buscar incrementar el salario mínimo, pero más en línea con la productividad, y evitar que desate una dinámica inflacionaria.
Las empresas deben cuidar la rentabilidad que tienen y dónde andan. Es una preocupación en el ambiente, sí, porque las empresas puede que den incrementos salariales que no necesariamente van a resarcir a la inflación si es que queda más alta de manera general.
Es decir, hay condiciones como para un mayor crecimiento de la informalidad laboral o de la precarización del empleo.
La economía es un sistema y los cambios en cada uno de los componentes terminan por afectar al sistema en general. Un trabajador con un salario sin poder adquisitivo limita el consumo y esto a su vez inhibe a la producción lo que a su vez repercute en menores empleos. Felices fiestas a los lectores y nos vemos en enero 2022.