¿Cómo elegir al mejor candidato en estas elecciones según Maquiavelo?
Redacción
Este domingo 4 de abril arrancaron las campañas electorales rumbo a las elecciones del 6 de junio de 2021. Según el Instituto Nacional Electoral (INE), será el proceso más grande de la historia de México.
Aunque las pautas de campañas ya están establecidas, siempre será importante tener la información necesaria sobre los candidatos y sus partidos, para tomar la decisión correcta el día de los comicios.
El político, funcionario, filósofo y escritor italiano, Nicola Maquiavelo, es considerado el padre de la Ciencia Política moderna. En su libro, El príncipe, dejó establecida una especie de radiografía sobre cómo funciona la política, los políticos y la sociedad como clave para su triunfo o derrota.
En lo que también podría denominarse un manual para hacer política, Maquiavelo explica cómo es el buen príncipe (hoy presidente, ministro, alcalde…) y de qué manera se le puede derrocar. Lo primero que tenemos que entender es que, cualquiera es apto para gobernar. Sólo es cuestión de cómo se desenvuelva: “el deseo de conquistar es algo muy natural y ordinario; cuando este deseo es realizado por hombres que manejan todas las posibilidades a su favor, son reconocidos y alabados, nunca censurados. Por el contrario, cuando no poseen la capacidad necesaria y se empeñan en la conquista, caen en el error y son censurados con justicia”. Entendamos censura como derrota.
Otra clave que nos da Maquiavelo para elegir candidato las próximas elecciones, es la observación del abuso. Para ello, establece una “regla general que no engaña nunca, o que al menos rara vez nos produce extravío, y es que aquél que se apoya en otros para elaborar su grandeza, obra su propia ruina. Nada se obtiene de otra manera sino con la propia fuerza; si un príncipe se asienta por otros medios, su poder será siempre limitado”.
A más de 500 años de la publicación de El príncipe, su autor hace que aún sean vigentes sus reglas que ahora parecerían antiguas, pero que, si se analiza el contexto, nada ha cambiado: “un príncipe no debe preocuparse si adquiere fama de cruel, pues lo puede favorecer la unidad y lealtad dentro de su Estado. Con el tiempo impondrá muy pocos castigos ejemplares y será más compasivo; a diferencia de aquellos que, por excesiva clemencia, dejan que prosperen los desórdenes que dan lugar a crímenes de todas clases, lo que perjudica a toda la población; mientras que las ejecuciones ordenadas por el príncipe ofenden solamente a unos cuantos. A un príncipe nuevo le es imposible evitar la fama de cruel; porque nuevo le es imposible evitar la fama de cruel; porque un estado nuevo está lleno de peligros”.
Otro factor que se puede tomar en cuenta para definir al candidato ideal será determinar a aquel que no genere ira contra sus gobernados. “La mejor fortaleza que puede existir es el no ser odiado por el pueblo. Los castillos no salvarán al príncipe que es odiado, y cuando el pueblo toma las armas no faltarán extranjeros que los apoyen”.
En esa misma línea, habrá que detectar a quienes piensen que la gente deja atrás el pasado, pues Maquiavelo rectifica que “se equivoca quien pretenda que los nuevos beneficios que se prodigan a los grandes hombres les hagan olvidar las viejas ofensas”.
Indudablemente, Maquiavelo hizo su libro en función de lo que había observado hasta el momento en el que lo escribió. No obstante, en la política actual demuestra que fue un hombre adelantado a su tiempo. Cada uno de los ejemplos y “normas” que proporciona en El príncipe, han logrado trascender desde 1513, cuando lo dio a conocer, aunque no se publicara hasta 1532, cinco años después de que muriese.
Por ello, es importante mantener vivo su legado tomando decisiones electorales en función de lo que nos enseña a distinguir como un “buen príncipe”, o en este momento, un “buen gobernante”. Y si la determinación de quien lo lea aún no es clara, será más sencilla si se considera un precepto esencial: un candidato es digno de ser considerado tanto el que construya fortalezas como el que no, pero censurable el que se fíe solamente en la fortaleza y menosprecie la ira del pueblo.