Carroñeros despreciables
ECOS DEL SILENCIO
E. Antonio Hernández Peralta
Desde la primera vez que Andrés Manuel López Obrador participó en una contienda electoral por la presidencia de México sus oponentes se dedicaron a difamarlo y a difundir noticias falsas sobre él y su familia, actitud que se acrecentó durante los comicios de 2018 intentando, en vano, hacer que disminuyera su popularidad y volviera a “perder” una elección popular.
Pero, a diferencia de las otras dos contiendas, la gente ya no aceptó ni por error, que fuera un peligro para México, ni que los capitales de inversión volarían del país, o que el peso se desplomaría frente al dólar. Tan no fue así que ganó con los votos de más de 53 por ciento de los votos válidos (lo que implica que la votación a su favor pudiera ser aún mayor, dada la poca credibilidad del órgano regulador electoral, el INE).
A dos años y medio de su administración, los presuntos opositores han mantenido una sistemática negación de todos sus logros, pensando que así atraerán más agua a su molino, y han gestionado frenos al por mayor a través de amparos contra todas y cada una de las acciones e iniciativas de ley aprobadas por la mayoría parlamentaria de Morena y sus aliados, y para sorpresa de muchos, en diversas ocasiones por el PRI.
Lo cierto es que hasta han vociferado frases y expresiones cada vez más insolentes, indolentes, y en todas las veces, fuera de la realidad, pero con seguridad todas desesperadas, al darse cuenta que por más intrigantes que sean sus reacciones no hacen mella ni en la popularidad de AMLO, ni en el ánimo de la población por sus simpatías hacia Morena.
Al inicio de la pandemia, hace ya más de un año, buscaron con desesperación e incluso difundieron falsamente un primer deceso por Covid-19, con tal de golpear al Presidente, actitud que no ha menguado, sino que ha acrecentado, a medida que los números de la contingencia sanitaria por el coronavirus fueron aumentando, buscando en todo momento, un error, un tropiezo, un dato sin respaldo, hipócritamente haciéndose pasar por defensores del pueblo. Una etapa donde han pasado a ser ingenieros petroquímicos, ingenieros aeronáuticos, economistas, agrónomos, químicos, infectólogos,y hasta epidemiológos, entre otras nobles profesiones, pero pervertidas para justificar sus afanes detractores contra López Obrador y la Cuarta Transformación.
El colmo llegó al paroxismo cuando, al día siguiente de la tragedia de la caída de una trabe y vagones en la estación Olivos de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, cuatro cuadros panistas empezaron a lucrar con el dolor de los familiares de los accidentados, tomándose fotografías con un documento que presentaron como presunta denuncia contra la actual jefa de Gobierno de la ciudad capital, al intentar adjudicarle toda la responsabilidad del accidente. Lo peor es que en su desesperación por dañar a la jefa de Gobierno, intentaron involucrar a una madre que, desesperada por no tener noticias de su hijo, les pedía ayuda para localizarlo en reiteradas ocasiones mientras que los panistas, en una pose execrable, insistían una y otra vez en que los acompañara a presentar la susodicha denuncia contra Claudia Sheinbaum Pardo, como si ella fuera culpable del derrumbe, sino que llegaron a insinuar que ella también participó en la construcción de la línea dorada.
Desde mi particular punto de vista, el presidente López Obrador ha sido demasiado permisivo en cuanto a que les garantiza total libertad de expresión, de prensa, de pensamiento y de acción, lo que ha derivado en un circo que incluyó una protesta de vacías casas de campaña en la avenida Juárez y en la plaza de la Constitución, pero también actividades deleznables como las de las supuestas feministas, que supuestamente defienden a las mujeres pero que en los hechos han atacado con martillos, picos e intentado prender fuego… a mujeres policías.
Todo, buscando simpatías para allegarse votos, para no extinguirse, como todo indica que sucederá en los comicios del 6 de junio.
No son más que buitres y hienas.